jueves, 2 de abril de 2009

Eucalipto

Tenía la amenaza alzada al cielo.
Tenía la amenaza verde en sus brazos
y conseguiría con cualquier viento o brisa,
destruir el cubo en pino de mi casa.

Tenía en su acerado cilindro,
quebradizos pergaminos, en invierno.
Su aroma, divertido y saludable era,
en lo mas fresco del ocaso.

Sus corpulentas serpientes,
me acosaban desde el cielo.
Bastaba un tenue viento
y mis sueños eran de fuego.

Era un disforme faro sin estrella,
soltando temerosos silbidos.
Espantapájaros con nidos.
Tus loros eran ecos del crujido.

Pero un día, reluciendo llegó tu hacha,
formando una cruz con aquel hombre,
de negra y feroz melena.
Sus ojos hicieron temblar la tierra.

Volaron tus primeras astillas.
Apabullados se fueron los vientos.
Aprendí que tu bálsamo era también, tu llanto.
Y que la tierra con él se embriaga.

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