jueves, 9 de abril de 2009

Elsa y Elsa

Desde el ángulo rojo de mi mesa,
entro al salón de tus trabajos.
Me presentas las espaldas del misterio
y entre las ondas de tu pelo,
salen manos, vestidas de arco iris.

El flechazo de tu nombre,
me devuelve silvestres ramilletes
y los negros ojos de una madre ajena.
Vuelve la humedad de sus ladrillos
y la negra silueta de su gato.

Estoy en el umbral de tu acuarela.
No es preciso que te entornes,
pues, no estaré ya!
Estaré trajinando sobre aquel barro,
con un frágil, pero eterno ramillete.

Castiga duro el sol de las siestas.
La noche me ha devorado en la llovizna.
Las sirenas del terror aún resuenan.
Solo su mirada me da un refugio,
solo su silencio es mi paraguas.

Apenas dos silabas! Pero valientes!
Construyo un inquebrantable puente
de un trayecto que solo admite,
tu color, su bondad
y un silvestre ramillete.

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