martes, 30 de diciembre de 2008

Gigante del sur

Los pregones del viento,
acarrean abrazos de lavandas,
perfume mediterraneo,
de la mano al oro perdido del desierto.

Lastimando su galope ahogado,
avanza el viento
entre la aspera piedra
y soberbias espinas.

Pero igual camina el viento,
renco y frío,
como el perro huerfano,
cansado, inquieto y partido en mil.

Golpea de nuevo el viento
a las puertas de tu rostro.
No te elude y tampoco te atrapa.
Solo tu piel curtida
parece empaquetar aquel perfume.

Se enreda en tus anillos,
una misteriosa hilacha del viento.
Pretendes cerrar tu puño
y la nada, fugaz, se burla.

Festeja una calurosa estrella.
Un viejo árbol agita sus brazos verdes.
También sonríe, poderoso,
como un brujo de madera.

Sopla, galopa, serpentea, gira y se calma.
Renace, sube, avanza, baja, continua y cae.
Espeso, suave, dulce, rudo, cortante y fresco.
Es el viento del sur visitando amigos!

Repleto de recuerdos trota su cadena.
Una viña, cinco rocas, tres montañas,
verde claro, verde oscuro y fuerte nieve.
Ínfimos puentes del hombre,
ríos lentos y un tenaz lago,
firme el maíz y pajaros del trigo...

Recuerdos que se encajan en tus ojos,
mientras silba hacia el norte
el viento del sur.

13 febrero 1985



jueves, 11 de diciembre de 2008

Lluvia

Allí! en lo mas alto, una selva,
brilla intacta y blanca.
Un infinito universo de gotas,
se confunde.

Ave de madrugadas y noches,
frotas tibios algodones.
Manchones de humo, nidal del cielo.

Lluvia! gigante llanto de cristal.
Lluvia, que inunda tu mirada,
veloz, ahoga tu digno huerto.

Es la que se apiada del quejido
de los castillos,
de latas, adobes y cartones.

La lluvia que aturde tus oídos,
es la que adorna tus naranjos
de pesadas luces de fuego.

La lluvia se lleva las quenas al sol.
Despierta serpientes de hierba
que vencen pacientes a la roca.

Llueve tu manto
sobre espaldas de polvo
y nos buscas el hueso.

Llueve, y no nos olvides!
Reparte tus perlas en cada campo!
Llena las raíces del futuro!
Llueve, lluvia, llueve!
Truena tus tambores, truena!

22 de octubre 1985.

Muero y fugo

Con mis espaldas encorvadas,
apunto al atigrado cielo jaspeado.
Le apunto de día y a su centro.
Me desgasto a cada hora
y me muero en cada paso.

Me acerco a la frontera,
por mas que no distinga el rumbo.
Cada jornada me despoja,
del resto de aire de niño,
que guardo en un bolsillo.

Vivo a tientas y olfateo
una tumba a veinte pasos.
La flor que me llena de vida,
cuando me sopla, burlona,
su perfume,
se adueña de mis luces.

Hago un imaginario vuelo
y me escapo de la tierra.
Sacudo apenas mis plumas
y me enjuago con las nubes.

26 de Julio 1985